Ciertos mojones de nuestro devenir histórico acreditan plenamente que el Reino Unido de Gran Bretaña desde antaño, ha poseído intereses estratégicos en la región sudamericana. También, que para la persecución de tales fines los británicos han recurrido a la acción militar directa unas veces, y otras a sutiles habilidades diplomáticas y operaciones de índole económico-financiera. Los legendarios textos de Raúl Scalabrini Ortiz, Julio y Rodolfo Irazusta, José Luis Muñoz Azpiri y José Luis Torres se instituyen en referencias bibliográficas necesarias para dar cuenta de estas afirmaciones. Los recientes trabajos de Enrique Oliva, José Luis Muñoz Azpiri (h) y Federico Bernal nos entregan visiones actuales que las refuerzan.
Cuanto menos a partir de fines del siglo XVII, los ingleses comenzaron a incursionar en la región sur continental. Las primeras irrupciones incluyeron avistamientos, reconocimientos y estudios geológicos, cartográficos, biológicos, antropológicos, etc., en el marco de una verdadera labor de “inteligencia”.
Si bien los británicos ocuparon militarmente el archipiélago malvinense en enero de 1833, la apelación a la maniobra militar en el subcontinente viene de tiempo antes. Pueden citarse como ejemplos la expedición sobre Montevideo, Maldonado y Colonia al mando de John McNamara, entre diciembre de 1762 y principios de 1763; la primera ocupación británica de las islas Malvinas a partir de la expedición de Byron; dos intervenciones militares (invasiones) en 1806 y 1807, y posteriormente, entre 1845 y 1848, en alianza con los franceses, aquel bloqueo que intentó violentar nuestra soberanía con una incursión ilegítima en nuestros ríos interiores.
Como sostuvimos antes, la acción británica no se circunscribió estrictamente a las iniciativas castrenses, que de hecho le aportaron numerosos fracasos en la región. En forma paralela a sus avanzadas militares, los ingleses pusieron en marcha artilugios de carácter financiero en alianza con las “clases acomodadas” y con el Estado naciente, entre los que se destaca como hito significativo el pacto suscripto con la Baring Brothers en 1824, antecedente que más tarde contribuiría a la consolidación del Reino Unido como principal comprador de materias primas argentinas desde mediados del siglo XIX.
Autores como Jorge Abelardo Ramos señalan que mediante este tipo de operaciones se estableció entre ambas naciones un verdadero régimen semicolonial, ratificado en plena crisis de los años treinta con la suscripción del ignominioso pacto Roca-Runciman en 1933. En aquella oportunidad, el entonces vicepresidente Julio Argentino Roca (h) expresó que la “Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico", enunciado que otro miembro de la comitiva, Guillermo Leguizamón, remató declarando que "La Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad".
La guerra por Malvinas de 1982 constituye para nosotros un hito histórico más en el marco de un sistema de relaciones bilaterales desiguales que nos ligaron y aún nos ligan a los británicos. La desigualdad es palmaria, ya que se trata de lazos entre un Estado central y otro periférico, con umbrales de poder claramente desemejantes.
Uno de los fenómenos sociopolíticos más interesantes y reveladores que emergieron en la posguerra es, sin lugar a dudas, el dispositivo que en parte de la literatura política se ha denominado “desmalvinización”.
No obstante, nuevos estudios acreditan que la desmalvinización comenzó tiempo antes, en plena dictadura cívico - militar, ya que, entre otras circunstancias, los intereses económicos británicos en la Argentina no fueron sustancialmente afectados durante la guerra.
Para algunos autores –entre los que me incluyo–, la desmalvinización no tuvo por único objetivo invalidar a los militares, sino sentar las bases para el paulatino restablecimiento de los lazos bilaterales entre ambos estados a fin de restaurar “ciertos vínculos” deteriorados por la guerra, e instituir posteriormente un nuevo engranaje económico-financiero que algunos ensayistas describieron, en términos jauretcheanos, como “el nuevo estatuto legal del coloniaje”. Tal estatuto fue consagrado a través de dos acuerdos: el de Madrid, firmado el 15 de febrero de 1990, y el de “Promoción y protección de inversiones”, suscripto en Londres el 11 de diciembre de 1990. Ambos se sellaron bajo la conducción del entonces canciller Domingo Cavallo, quien inmediatamente, y a fin de garantizar lo allí acordado, asumió como ministro de economía. Algunos artículos incluidos en la posterior reforma constitucional de 1994, así como numerosas leyes sancionadas ulteriormente por el Congreso, consagrarían más tarde un corpus normativo altamente desventajoso para el país.
La desmalvinización constituyó así un dispositivo dentro de una estrategia más amplia, orientada a “preparar el campo” y sentar las bases para la reconstrucción del “intercambio” bilateral entre dos estados que habían confrontado bélicamente.
Hay quienes sostienen que uno de los principales objetivos del dispositivo desmalvinizador se orientó a deshistorizar la guerra y desligarla del conflicto armado de 1982. Se advierte de esta forma que la estrategia impuesta desde el poder apuntó a “aislar” la guerra por las islas Malvinas de la historia de las relaciones bilaterales (desiguales) entre Argentina y Gran Bretaña. Debe tenerse en cuenta que, como señalamos antes, la causa Malvinas constituyó uno de los pilares centrales del pensamiento nacional desde principios del siglo pasado, y siempre encontró una considerable acogida en los sentimientos populares.
Sin embargo, la desmalvinización no concluyó allí: la idea de que en 1982 se produjo una confrontación entre la democracia (inglesa) y la dictadura (argentina), la instalación en el inconsciente colectivo de un fatalismo que da por sentada la impotencia nacional frente a las agresiones colonialesy la categorización de los veteranos con diversas etiquetas minusvalidantes (desde “loquitos” hasta “víctimas”) son otros eslabones de un fenómeno que aún espera ser abordado en mayor profundidad.
Francisco José Pestanha es escritor, ensayista y profesor universitario en la materia Derecho a la Información, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Es Director del Seminario “Introducción al Pensamiento Nacional” en la Universidad Nacional de Lanús e integrante del Observatorio Malvinas de esa universidad. Además es miembro del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.